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Juego de Tronos 6×05: La Puerta – Impresiones de un No Lector

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Cada vez que sale un caminante blanco en Juego de Tronos, da igual cómo sea el capítulo, si bueno, malo o regular: lo cambia. Tampoco importa, desde la perspectiva del espectáculo televisivo, casi nada de lo que haya aparecido antes en la temporada: son puntos de inflexiones estéticos, metas volantes como en el ciclismo. Lo que la gente recuerda con más viveza, al echar la vista atrás.

En La Puerta han aparecido, por primera vez en esta sexta campaña, los Otros, los que están ahí, ese pueblo fantasma, esa muerte tenebrosa, que acecha y sobrevuela la vida de todas las casas y de todas las tramas que conforman Juego de Tronos. La vida transcurre como si ellos no existieran. Pero existen. Y nunca llaman a la puerta: la derriban.

juego de tronos 605

El episodio comienza con un encuentro entre Lord Baelish y Sansa en Villa Topo. Meñique aparece compungido, ansioso por agradar a la niña de Catelyn Stark, la mujer que nunca fue suya. Pero Sansa ya no es la aprendiz timorata de la temporada pasada, el gorrioncillo al que Meñique pasaba la mano por el lomo y le enseñaba el arte de la astucia. La herida abierta entre ellos es insoslayable: me vendiste a los enemigos de mi familia, y peor aún, me entregaste a un sádico, a cambio de nada.

Y verdaderamente, Sansa tiene razón. En retrospectiva, la jugada de Lord Baelish, dándola en matrimonio a Ramsay Bolton, tenía que ir, por fuerza, acompañada de otro movimiento que no se produjo. Meñique se evaporó. Ahora reaparece, con otro plan distinto: ayudarla a reconquistar Invernalia.

Sin embargo, aunque Sansa exhibe su rencor, y su cólera fría, Meñique, viejo caimán que sabe muy bien cómo aguantar chaparrones peores, consigue meterse en su cabeza sembrándole la semilla de la duda: “No tienes ningún ejército para reconquistar Invernalia. Es de tu hermano. De tu medio hermano”.

Plantando una semilla

La semilla de diablo

En Braavos, Arya descubre por qué recela tanto de ella su, llamémosla, assassin supervisora: quizá sean celos también, pero lo que seguro le mueve a despreciarla es el origen aristocrático de Arya. Una Stark. “Lady Stark”. En la conversación siguiente con el maestro, éste le desvela la extracción modesta de los fundadores de esta especie de orden de monjes-ascetas-asesinos sin nombre. Ella está fuera de lugar, por eso le está costando tanto adaptarse a un anonimato impuesto: los nobles llevan la arrogancia del linaje en la sangre, cargan con la cruz de su familia y del honor de su casa; a un don nadie le es más sencillo deshacerse de su identidad.

La prueba definitiva a la que es sometida es cometer otro asesinato. Como el anterior, también está relacionado con su familia, y con sus deudas de sangre. Esta vez será una actriz, la protagonista de una representación que la obliga a revivir, de nuevo, la ejecución de su padre: el pueblo se congratula en reírse con la parodia de las tragedias de sus nobles. Como todo lo que rodea a Arya sigue envuelto en misterio para mí, voy a aventurarme: cometerá otro error. Pues ella es una Stark. A pesar de que su fiereza y su orgullo de casta ha sido bastante atemperado, y de que ella es inteligente, de algún modo su nombre la volverá a traicionar. Pues, ¿cuál sería su destino en Braavos, si no? Ha de volver a Poniente con las habilidades adquiridas.

arya braavos teatro girona

La Divina Comedia de Arya Stark

Bran tiene otra visión, la primera parte de su epifanía en este capítulo: epifanía de sangre. Pero no nos aventuremos. Se nos muestra el origen de los caminantes blancos. Nacieron como una especie de Proyecto Manhattan de los duendecillos de los bosques, hartos del exterminio llevado a cabo por la mano del hombre. Del hombre blanco, se entiende. De los habitantes de los Siete Reinos, travestidos de exploradores anglosajones del Oeste americano.

Pero a los duendecillos, por lo que parece, se les fue la mano con la bomba atómica. Perdieron el control sobre estos seres terroríficos, aunque aún no conocemos en qué punto del proceso los caminantes blancos tomaron conciencia de su devastadora potencia de fuego y se volvieron aniquiladores autónomos.

Dicen que los tripulantes del primer vuelo a la Luna, entrenándose en Nuevo México, se toparon con un viejo amerindio. El viejo les preguntó que qué hacían, y ellos le contaron que iban a la Luna. El viejo les dijo entonces una frase en su lengua, y les pidió que le trasladasen ese mensaje a los habitantes que encontrasen allá arriba, pues era algo que los dioses de su pueblo debían transmitirles. Cuando, de regreso en el campamento de instrucción, un intérprete les dijo lo que significaba la frase, se rieron mucho. El viejo quería advertir a los habitantes de la Luna que no se fiaran un pelo de nada de lo que aquellos hombres blancos les dijeran, pues era todo mentira y venían a quedarse con sus tierras. Los duendecillos que crearon a los caminantes blancos debieron pensar lo mismo.

caminantes blancos origen

“Ahora, me he convertido en la muerte, el destructor de mundos.” – Robert Oppenheimer

En las Islas del Hierro hay una asamblea, en la que Euron, Kasper para los amigos de Borgen, ridiculiza tanto a Theon como a su hermana y se alza con la victoria: lo eligen rey a él. Con la ceremonia de coronación que los refinados hombres del hierro celebran para encumbrar a sus monarcas comprendemos dos cosas: el sentido del lema “Lo que está muerto no puede morir” y que tengan que elegir por votación quién es el que manda. Pues hay que pasar una prueba muy dura. Hay que morir, prácticamente. Morir y renacer. Juan de las Nieves sería un estupendo rey del hierro.

Euron, como Zidane cuando llegó al Madrid en enero, tiene un plan: construir una flota homérica y brindársela a Daenerys de la Tormenta. Es un plan inteligente: ambos lideran a dos dinastías outsiders, y a la Madre de Dragones le hacen falta apoyos sobre el terreno una vez inicie la conquista de Poniente. Pero dudo que este matrimonio se lleve a cabo, o dure mucho. En cuanto la conveniencia se le acabe, la Rubia de Fuego mandará asar a Euron, quien parece poco más refinado que Khal Drogo, igual de bruto, más patán y por tanto, menos perspicaz.

El ganador del debate electoral

El ganador del debate electoral

La (nueva) despedida entre Daenerys y Ser Jorah, ecce homo, es muy Disneylandia, sino fuera por el modo en que se marcha, al más puro estilo John Wayne: un hombre resignado a morir, al que se le aparece una última luz muy lejana en el horizonte, y camina hacia ella, con el caballo al trote y en medio de inmensos valles y vastísimas extensiones de arena.

Lo único cierto es que Ser Jorah el Ándalo tiene más vidas que un gato, y probablemente encuentre el antídoto a la psoriagrís. Quizá en las ruinas de Valyria, donde se contagió, lo cual me alegra porque el decorado prometía más escenas de belleza mística: es el escenario ideal para enfrentar a un lobo solitario con una manada de infectados que se esconden en la jungla.

La legión invencible

La legión invencible

En Meereen aparece otra bruja roja. Igual de atractiva, persuasiva, seductora, turgente y enigmática que Melisandre. O tan embaucadora. Lo cierto es que Tyrion da con la clave del asunto en el coloquio con Gusano Gris, Missandei y Varys: “los amos tienen una buena historia que contar”. La invasión extranjera, la reina ausente, y todo eso. Y ellos necesitan un relato, sobre todo con Daenerys danzando por el mundo, y los dragones fuera de combate.

Et voilá: ahí está el Señor de la Luz, que tiene un buen discurso, una narrativa magnética, sencilla y aglutinadora. Un mensaje perfecto para sostener el gobierno de la reina, con y sin reina, y que lo legitime: gobernamos porque somos la antorcha elegida por Dios para iluminar el mundo y derrotar a las sombras. La bruja parece conocer detalles muy íntimos del pasado de La Araña, lo cual me hace sospechar que sea una antigua prostituta, probablemente de Lord Baelish, o alguna infiltrada por el estilo.

Hay tanto que no sabemos...

Hay tanto que no sabemos…

En el Muro, Jon y Davos preparan el combate. Y Sansa, con las palabras de Baelish aún retumbándole en la cabeza, se postula: yo seré el estandarte del ejército, la que ponga el apellido, y en la práctica, la que legitime el ataque. Es decir, que su frágil relación con su hermanastro, ambigua y reescrita por los años de separación y tragedias compartidas, pero no fraguada del todo, va a ser puesta en el tablero de la política.

Sin duda Meñique ha conseguido lo que quería, que era entrar en la ecuación de la batalla por Invernalia, y como siempre, a través de terceros, con su astucia extraordinaria. Veremos hasta qué punto Sansa es o deja de ser un títere dominado, contra su voluntad, por Baelish, y de qué modo afecta eso a la voluntad de Juan de las Nieves, quien parece un poco pasado de vueltas, algo apagado, como tramando alguna cosa oscura, quizá inconscientemente, como efecto secundario de la resurrección

La corte de Sansa I de Invernalia

La corte de Sansa I de Invernalia

Y volvemos al árbol. El árbol de la vida, el árbol de la ciencia. Bran, curioso, inquieto, comete el pecado capital: se mete en la marmita de los recuerdos sin supervisión y sin permiso, y desata fuerzas tenebrosas, demoledoras, que dan lugar al apocalipsis. Es un flash-back, pero al mismo tiempo, es una acción que determina el presente: Bran acude a una escena antigua, pero la trastoca, alertando a Hodor, cambiando su vida, predeterminándolo para su papel en el futuro. Pero al mismo tiempo, al ser Hodor quien guarda la puerta al final del capítulo (como su buen nombre indica), lo que hace Bran, inoculándole al Hodor-niño la noción mecánica de su existencia, está autocumpliendo la profecía. Una cosa rarísima. Como no soy experto en lenguaje cinematográfico, no sé cuál es el concepto inventado para describir esto.

El caso es que él tiene que ser, ahora, el heredero del hombre-árbol. ¿Pero cómo , si se ha marchado, si ya no hay árbol?

Atrapado en el tiempo

Atrapado en el tiempo

La secuencia, irresistible y excitante como todas en las que aparecen caminantes blancos, despliega sobre nosotros, espectadores, un abanico muy amplio de posibilidades. Bran huye, ya sin Hodor. Presumiblemente al sur. Hacia el Muro, quizá hacia Invernalia: ¿llegará en plena batalla entre sus hermanos y los Bolton? ¿Determinará el triunfo o la derrota? ¿Qué ocurrirá con Hodor? ¿Muerto, o convertido a caminante blanco?

El destino de Hodor es tan hermoso como dramático. La lealtad extrema de un plebeyo, un hombre “que no nació para luchar” como le dice su Tata, que no tiene ni linaje aristocrático, ni tan siquiera nombre, pero que es el más leal de todos, el humano más fiel, pues en lealtad compite con el huargo. ¿Será el cancerbero de Bran, una futura amenaza zombi?

Hodor en la cueva del cuevo de tres ojos

“El coraje no se puede simular, es una virtud que escapa a la hipocresía.” – Napoleón Bonaparte

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