The Gift, que es como se llama el séptimo episodio de esta temporada de Juego de Tronos que tenemos entre manos, fue una hora de ficción redonda. O casi.
En este capítulo se habló de soldados que se quedan solos tras las líneas enemigas, cercados por un ambiente del todo hostil, y se habló, claro, de regalos. Concretamente, de uno, más no nos precipitemos. Me gustó mucho el 5X07 porque fue un episodio puramente estratégico en el que las líneas argumentales principales avanzaron concéntricamente: sólo quedan tres horas de serie este año y las cosas empiezan a converger sobre los distintos puntos clave.
Decía que The Gift iba sobre gente que se iba quedando sola y asediada, y me estaba refiriendo en esencia a tres personajes: Sam Tarly, Sansa Stark y Cersei Lannister. Cada uno, en su contexto, sufre pérdidas que agravan su situación de desamparo. En ese lugar tan acogedor custodiado por la Guardia de la Noche, el Lord Comandante Jon se va de excursión Más allá del Muro cabalgando hacia su crucial parlamento con el Pueblo Libre y el Maestre Aemon muere; el cuervo de huesos anchos, noble y leal como él sólo, se queda por tanto sin su protector material (Snow) y sin su guardián espiritual (Aemon), con lo que de pronto su cabeza aparece iluminada en luces de neón en mitad de la oscuridad del Muro.
La muerte del anciano Targaryen es uno de los momentos más emocionantes de la temporada. Parece filmado por Malick, con esa frase última que le sirve al Maestre para expirar: “He soñado que era viejo”, musita finiquitando un diálogo que en su delirio final establece con su hermano pequeño. La belleza del tránsito queda también expuesta muy a lo crudo con el plano del cadáver; plano que va abriéndose hasta mostrar el túmulo al que poco a poco consumen las llamas.
Es entonces cuando se desencadena la hostilidad latente contra Tarly: el gordito es el símbolo (y en la práctica, el único) de la facción favorable a Jon Snow en el Muro. Snow no está y resulta que Tarly, además, guarda bajo su ala a una jovenzuela salvaje. El órdago está servido y no tarda en ponérsele tensa la papada a nuestro amigo Sam: dos cuervos intentan violar a su chica, propinándole una somanta de palos muy considerable.
Sé que lo que voy a preguntar puede terminar de indisponerme con la Curva Sud de Los Siete Reinos, pero estoy en mi derecho de acogerme a la quinta enmienda: ¿es Sam un cambiapieles? Me pareció verle poner los ojos en blanco cuando, apaleado en el suelo, empieza a levantarse y a desafiar a sus atacantes con un tono muy místico: de inmediato aparece el lobo que los ahuyenta, y él vuelve a su pachorra habitual como si nada.
De todos modos, en el Muro sobrevendrá una catástrofe a no ser que Juan Nieves aparezca pronto con los salvajes tras de sí: apenas tiene partidarios en el Castillo Negro, Ser Allister está conspirando abiertamente contra él o al menos, está dejando hacer, y tal concentración de hostilidad y testosterona, con la salvaje de por medio, no va a acabar nada bien.
Un poco más al sur…
En Invernalia asistimos a un retruécano argumental que delimita un poco más el rol de ese trío macabro que forman Sansa, Ramsay y Theon/Hediondo. Se produce por fin el encuentro esperado entre Theon y su hermanastra: ella acude a él sin animosidad, sin ese altivo desprecio del primer encontronazo entre ambos.
Las agresiones del Bolton sádico se repiten de continuo y Sansa está, de hecho, presa en su antiguo hogar.Al principio Theon se nos muestra inclinado a ayudarla: pero su sumisión moral hacia Ramsay Bolton es total. Vuelve a traicionar a Sansa, pues Hediondo es un despojo arrasado por el miedo a su amo y señor; de este modo se frustra cualquier posibilidad de alianza entre Sansa y él, y con ello muere su última oportunidad para redimirse a ojos de su antigua familia adoptiva, de manera que, en mi opinión, la única salida posible para Theon/Hediondo es la de dar muerte a Ramsay en un definitivo ataque de furia desbocada. Lo cual podrá darse en estos tres capítulos que restan, o a lo largo de la sexta temporada. O quién sabe, pero me parece imposible que el personaje de Theon/Hediondo, llegado a este punto de su arco argumental, tenga otra salida distinta.
La verdad es que los planos que preceden a la escena en la que Ramsay se recrea con el dolor de Sansa enseñándole a la vieja despellejada, son hermosos: Sansa está más bella que nunca, parece una virgen del Renacimiento ataviada con esa capa, y el contraste con lo blanco del paisaje, con la nieve, resalta su atractivo de una forma desconocida y mucho más sugerente que en todos los capítulos precedentes. La nieve, tanto en el Muro como en Invernalia, es ya un elemento omnipresente: no para de nevar, y el Invierno que se nos lleva 5 temporadas anunciando parece estar, por fin, aquí. La gran amenaza fantasma, el elemento de ruptura que lo va a precipitar todo.
Y es precisamente ese resorte de choque el que apura a Stannis a no parar su embestida contra los Bolton. Entre el Muro y ellos está el rey Baratheon con su campamento: parece la Grande Armée de Napoleón volviendo de Moscú, puesto que el General Invierno les está jodiendo bien. Se combina con mucho acierto la alusión al sacrificio al que hace referencia Melisandre (que mate a su hija, vamos, para ayudar al cumplimiento de los designios del Señor de la Luz) con el plano en el que Stannis, tocándole la cintura, va hacia ella con muy aviesas intenciones: la pelirroja le echa el freno recordándole que ayudaría el sacrificio de la pequeña, pero Stannis se niega.
Su situación no parece clara ahora; sus compañías de mercenarios desertan, el Invierno se les echa encima y aún están lejos de Invernalia. Aunque los augurios de la bruja roja le aseguran que vencerá en una gran batalla sobre la nieve, Stannis duda, y en esa duda puede írsele todo al traste, pues su titubeo tiene la forma, la cara, los ojos y el corazón de su hija, a la que no está dispuesto a renunciar.
Yo creo que, de todas formas, habrá batalla. ¡No puede no haberla! E intuyo que ganará Stannis, pues no van a tener a un rey nostálgico deambulando por los confines de Poniente durante 5 temporadas para que en el momento crítico pierda otra vez y muera. No tendría sentido tal despilfarro de recursos, pero sigo sin ver a Stannis en el Trono de Hierro. ¿O lo alcanzará, desalojando a los Lannister, y al final, en la última temporada, tendrá que defenderlo ante Daenerys, en la Gran Batalla De Todos los Tiempos Tronistas? Quizá me estoy aventurando demasiado.
Del frío al calor:
De la nieve nos vamos a la Bahía de los Esclavos, donde se produce la unión de subtramas más jugosa: lo que todos estábamos esperando, que Tyrion Lannister y Daenerys de la Tormenta se encontrasen de una vez, cara a cara. El contacto se produce muy a lo Gladiator, con Ser Jorah Mormont en plan Máximo Décimo Meridio: primero, los dos son vendidos a un mercader de esclavos que dirige una escuela de gladiadores. Éste se los lleva a Meereen y allí, en una escena que sin duda la HBO recuperó de Roma (aquella tan famosa y sangrienta en que Voreno y Pullo matan a un buen puñado de luchadores en la arena) Ser Jorah se presenta por fin ante su reina, y antes de ser despedido sin misericordia por la Khaleesi el enano aparece in extremis presentándose como The Gift, el regalo.
Por fin están juntos los personajes con más proyección de Juego de Tronos, y con proyección quiero referirme a lo que ambos tienen por delante, que es mucho: una autopista, no exenta de curvas pero más despejada al fin y al cabo que todos los otros personajes que sobreviven en Poniente, que terminará llevándoles a ambos de la mano hacia Desembarco del Rey. No tengo ninguna duda de que el pequeño gigante de Tyrion se ganará la confianza de la Madre de Dragones, aunque le costará, pues no en vano, él es un Lannister y ella una Targaryen.
Sin embargo, por medio tienen una decisión que imagino servirá para que Tyrion adquiera valor como consejero y ejecutor a ojos de Daenerys: la propuesta que Dario Naharis le hace a la Khaleesi de aniquilar a todos los aristócratas de Meereen con un brutal golpe de mano. Le está proponiendo básicamente lo que Pizarro hizo en Perú: reunirlos a todos con un pretexto banal y darles matarile muy a lo basto, con lo que el amago de boda con el noble cuya barba parece la de un chivo terminaría ahogado en sangre y no habría más que hablar al respecto, quedando patente que esa proposición no fue más que un juego floral sin efectos prácticos en el desarrollo de la trama.
De vuelta a Poniente:
Antes de pasar por Desembarco del Rey, el tren del episodio paró en Dorne con dos escenas diametralmente opuestas. En la primera, Jaime el Manco se entrevista por fin con su hija Myrcella: en un diálogo insulso, ésta lo manda a paseo con muchos aspavientos de princesita, y el Matarreyes se ve a sí mismo incapaz de espantar los unicornios que su hija tiene en la cabeza, pues para ella no es más que su distante tío: el hermano de su madre, un fulano que nunca ha ejercido ningún papel en su vida.
La otra escena tiene lugar en las mazmorras de palacio, y es la escena más erótica en mucho tiempo. Se ven tetas, sí, pero como siempre en esta vida, lo que importa es el cómo. Pido perdón fortísimamente por confundir hace dos capítulos a la hija de Oberyn, la del pelo corto, con un tío: es evidente que la niña no tiene nada de hombruna, al contrario. Está muy bien formada y se nos muestra en toda su femineidad, dejando grogui a Ser Bronn no sólo con el veneno, sino con un clinic de seducción capaz de levantar de su tumba al Maestre Aemon. Ser Bronn, como ya imaginé nada más proponerle Jaime la misión en Dorne, va a morir, y probablemente sea esta magnífica moza dorniense la que le rebane el gaznate, pero antes crujirá Poniente entre estos dos. Y mira, es un espléndido final para este mercenario carismático.
En Desembarco del Rey está el último de los soldados abandonados en territorio enemigo de los que hablaba al principio: Cersei. Cuando más ufana está, creyendo que ha dado el golpe de gracia a los Tyrell, se le cae encima todo esa fortaleza de cristal que ha ido construyendo desde el primer capítulo con mucha torpeza.
La capital, como se deduce del tremendo diálogo entre lady Olenna y el Gorrión Supremo, está a punto de convertirse en San Petersburgo 1917: “cuando los muchos dejen de temer a los pocos…” y el estallido le va a pillar a la leona Lannister en medio, amenazando con destrozarla para siempre. La purga justiciera de los chicos estos del ISIS/Fe Militante ha alcanzado también a Cersei, como era de esperar, y sus andanzas de alcoba con el primo Lancel van a servir para ponerla frente a la justicia divina de los Siete.
Pero una frase dicha por el Gorrión, antes de mandar prenderla, me hizo pensar en algo: “Hace tiempo vino un joven a verme…”. Esto lo he oído antes, pensé. En efecto. En la conversación sucedida justo antes entre Lord Baelish y la Vieja Tyrell está la clave. Le dice Meñique a Lady Olenna que “a Cersei le ofrecí un joven apuesto…”.
El Primo Lancel, el peón movido en la jugada del principio de la serie (ese tiempo tan remoto) para eliminar a Robert Baratheon, regresa ahora de la mano del zorro indomable de Meñique para salvar el pescuezo del propio Lord Baelish y de los hermanos Tyrell, de paso, dando jaque mate a Cersei. Como Jaime no consiga salir vivo de Dorne y regresar a tiempo, los días de los Lannister en Desembarco del Rey están contados.
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