Cerramos hoy el especial Valar Morghulis que hemos realizado esta semana en Los Siete Reinos para celebrar que se cumple un año desde el estreno del último capítulo de Juego de Tronos. Como ya sabéis, hemos invitado a algunos de los más destacados críticos de series de habla española para que reflexionen en perspectiva de la serie.
Tras los maravillosos artículos de Mariló García y Alberto Nahum, le toca cerrar a nuestra amiga Laia Portaceli. Seguramente ya conocéis a Laia por su genial labor analizando series en La Script y #LasRecomendadoras de @movistarplus, habéis visto estos años en Los Siete Reinos sus especiales de Movistar+ sobre Juego de Tronos o recordáis su genial colaboración en el Especial Mujeres 2020. Os avisamos: su texto lleno de anécdotas de entrevistas con actores y viajes a lugares donde se rodó la serie es precioso.
Un bonito sueño llamado Juego de Tronos
Por Laia Portaceli
“¡Te engañé!” –me dijo Carice Van Houten con sorna durante el junket de la 7ª temporada de Juego de Tronos. Unos minutos antes, la intérprete de Melisandre me había asegurado una y otra vez que no había rodado en España. Yo insistía en que se la había fotografiado en San Juan de Gaztelugatxe. “¡Ten cuidado, la periodista está tratando de sonsacarte!” -bromeaba Liam Cunningham. Pero al final, la holandesa reconoció que me estaba tomando el pelo. Ella y ‘El caballero de la cebolla’ hacían muy buena pareja cómica. Es una de las cosas que mejor recuerdo de la serie. Esa y muchas otras. Ahí van.
1. Gwendoline y Emilia, poderosas
Llegué nerviosa a mi primer junket de prensa: solo me daban 7 minutos y esperaba encontrarme con unos estirados. Enseguida vi que la mayor parte de los actores eran cercanos. Con algunos me reencontré en los años siguientes: John Bradley (Sam) que siempre me dio respuestas interesantes. Muy buen sabor de boca me dejaron Emilia Clarke y Gwendoline Christie en la temporada final. La una con la seguridad de Daenerys, la otra con la humanidad de Brienne.
2. Viajes de escándalo
Junto a mis compañeros de redacción, tuve la suerte de visitar localizaciones espectaculares: desde Castle Ward (Irlanda del Norte) a los paisajes españoles del desierto de las Bardenas Reales (Navarra) el parque natural de Los Barruecos (Extremadura) o la playa de Itzurun (Guipúzcoa). Y nos contaron los truquillos del equipo de Arte para trasformar las calles de Girona y Peñíscola: el “greenery” (plantas decorativas) o las telas y los efectos de ordenador: esa plaza de la catedral gerundense con las fachadas cambiadas de sitio…
3. Extras ilustres y mucha pillería
Los hermanos Roca se confesaron grandes fans. Media familia había participado en el rodaje en calidad de extras y los actores habían ido a cenar al Celler de Can Roca. Jordi nos contó que era Stark a muerte y nos dio a probar su helado inspirado en la mano de Jamie Lannister. Bastante dulce, a pesar de todo… Pero lo más sorprendente eran las triquiñuelas de los fans para colarse en los sets: desde un vecino de las Bardenas Reales que se hizo pasar por panadero hasta un compañero periodista que burló a los vigilantes en Zafra, campo a través.
4.- El frikismo en su máxima expresión
La serie apuntaba maneras desde antes del estreno, cuando mi compañera Isabel Izquierdo era la principal encargada de la serie en Canal + y entrevistó a George RR Martin. Le dedicamos un montón de especiales como aquel en que el plató estaba rodeado por un impresionante anillo de fuego (las llamas de khalessi) y salimos con media cara tintada por la humareda. Más adelante, en Movistar +, fuimos testigos del momento álgido del fenómeno y sus efectos: bodas al estilo de Poniente, niñas llamadas Arya, estudios académicos, políticos haciendo alusiones…
Fueron muchos años de largos interrogatorios al equipo de Fresco Films (la paciencia que tuvieron con nosotros…) visionarios como Alejo Cuervo (editor de los libros de Gigamesh) o expertos como Quique Muñoz de Luna (@Juegodetronosplus). También hubo muchos momentazos con mis compañeros de redacción: grabando, montando, sufriendo….
Pero la serie me dio algunas de las aventuras profesionales más apasionantes que he tenido. Vistas ahora, desde la pesadilla de la pandemia, parecen un bonito sueño.