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Channel: Serie TV – Los Siete Reinos
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Especial #AniversarioDeHierro (V) – Un encuentro fortuito, por Andrea Angla

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Continuamos en Los Siete Reinos con el #AniversarioDeHierro, celebrando una década desde el estreno del primer capítulo de Juego de Tronos. El homenaje de hoy corre a cargo de nuestra amiga Andrea Angla Navarro, fiel seguidora de la saga y responsable del podcast Senpai & Kohai.

Un encuentro fortuito

 

Ha pasado ya una década desde la emisión de la primera temporada de «Juego de Tronos» y en lo único que puedo pensar es en que se me ha pasado volando. La serie y los últimos diez años. Es una fecha en la que reflexionas y echas la vista atrás, y piensas en lo mucho que ha cambiado el mundo desde entonces, en concreto el mundo de las series y las plataformas de visionado.

«Juego de Tronos» ha marcado tendencias, ha influido en el mercado, en la forma de crear series y contar historias, ha transformado la cultura popular, ahora mucho más abierta al contenido “friki”. Y ha unido comunidades de personas a través de los continentes bajo un mismo himno, el maravilloso opening de la serie.

Mi primer encontronazo con «Juego de Tronos» fue uno totalmente fortuito. Corría el año 2013, en el que yo me encontraba en el segundo cuatrimestre de mi primer año de universidad. Por aquel entonces, la serie aún no había pegado el pelotazo en mi entorno más cercano y yo no tenía ni idea de que, muy pronto, mi vida iba a dar un cambio sustancial.

Durante el interludio entre clases, una amiga me comentó que había empezado a ver una serie que creía que me gustaría, le pedí que me contara de qué iba, aunque yo en verdad no pensaba verla hasta que fuera verano, ¡teníamos los exámenes finales cerquísima! Me contó los dos primeros capítulos, desde el inicio con los Caminantes Blancos, hasta la muerte de Dama. Recuerdo que el que mataran a un lobo me horrorizó y me hizo torcer la nariz. Le dije que me la apuntaba, que ya la vería, y la idea se me fue de la cabeza.

Esa misma noche, mientras cenaba con mis compañeras de piso, dio la casualidad de que era mi día para elegir qué cadena veríamos, y zapeando, me encontré con la escena de Ned Stark decapitando a un hombre. Aquello llamó mi atención. A mí me encanta la fantasía medieval, y sin saber aún si era una serie o una película, decidí dejarlo puesto. Casualmente, emitieron los dos mismos capítulos que mi amiga me había contado esa mañana, hasta la muerte de Dama, y sentí que necesitaba ver más.

Al día siguiente le conté a mi amiga que yo también me había empezado esa tal «Juego de Tronos» de pura chiripa. La casualidad de que el mismo día que me habló de la serie, la encontré por televisión, nos hizo muchísima gracia. Y yo ahora estaba enganchada. ¡Teníamos los exámenes finales cerquísima! Pero esa misma semana empleé mis tardes en verme del tirón la primera temporada, la segunda, y lo que había de la tercera. Me puse al día justo cuando la mano derecha de Jaime Lannister era cercenada y su grito de dolor acompañaba el fundido a negro del final del capítulo.

Pronto sentí la necesidad de compartir aquello con más gente, de hablar, de debatir sobre lo que sucedía. Enganché a más amigos. Enganché a mi familia. Enganché a personas a las que, a priori, el género fantástico no les llamaba demasiado la atención. Y me volví a ver con ellos las primeras temporadas, disfrutando como una niña en un parque recreativo. Se estaba convirtiendo en mi serie favorita y no había nada que disfrutara más que volverla a ver con gente nueva a la que convertía en seguidores. De nada, HBO, por expandir la fiebre juegotronil.

Al poco de terminar la tercera temporada, uno de mis amigos me contó que encima había una saga de libros detrás de la serie y que él, ya se los había comprado. Le imploré, o mejor dicho, le obligué a que me los prestara. Ese mismo verano devoré los cinco en un mes. Tremendo empacho. No me importaron los spoilers, la Boda Roja era igual de impactante en las páginas a pesar de haberla visto por pantalla.

Y tras leerlos, me quedé con ganas de más. De seguir compartiendo, de seguir hablando de los libros y su complejidad, de aquella historia que crecía en mi imaginación y de la que podía sacar temas para llenar tardes enteras. Descubrí la web de «Los Siete Reinos» y más adelante el «Podcast de Hielo y Fuego», y mi pasión por el mundo de Martin siguió inflamándose a niveles exponenciales.

Lo siguiente que despertó en mí, fueron las ganas de escribir, un hobby que tenía dormido desde la adolescencia, que reflotaba con más fuerza que nunca y al que no he dejado volver a hundirse tras todos los años que han pasado. Me fascinaba pensar que algo que había nacido en la mente de una persona, palabras sobre el papel, fueran capaces de cambiar de forma tan radical la vida de alguien.

«Juego de Tronos» no solo me permitió descubrir un mundo fantástico, maravilloso y complejo, sino que me llevó a buscar personas con las que hablar, a seguir a creadores de contenido, y a entablar amistades nuevas incluso a través del globo. Sin «Juego de Tronos» yo no habría conocido la saga de «Canción de Hielo y Fuego», ni habría seguido a los maravillosos chicos de «La Canción Continúa», ni habría conocido a la gente fantástica que hay en la comunidad y que hoy en día puedo llamar amigos.

Sin «Juego de Tronos», quizás, mi afán por escribir y crear historias, habría permanecido en letargo. Sin «Juego de Tronos» no estaría hoy aquí escribiendo sobre como cambió mi vida, sobre las puertas que me abrió. Y, sin esa amiga de la universidad, yo no habría visto «Juego de Tronos», así que muchas gracias por eso.

Al final, aunque la serie no tuviera una conclusión perfecta, no puedo echar la vista atrás a esta última década sin sentirme agradecida. A los valientes que apostaron por esta historia sin saber si saldría adelante, a los actores por encarnar mejor que nadie a unos personajes que quedarán para siempre en nuestro recuerdo, a todo el equipo de producción detrás, a los miles de profesionales que hicieron la serie posible…

Y, sobre todo, a su autor, George Martin, por plasmar en hojas aquellos primeros esbozos de ideas que le surgieron. Creando la que, posiblemente, es una de las mejores sagas de fantasía de la historia.

«Juego de Tronos» nos enseñó muchas cosas, a usar las debilidades como escudos, a levantarnos aunque no tengamos fuerzas, y a luchar por lo que creemos correcto, pero también nos mostró la parte más cruel del mundo, la destrucción que los hombres se infringen a sí mismos y la corrupción del poder. Nos desnudó a sus protagonistas y nos mostró la parte más encarnada del interior del ser humano. Nos enseñó que la vida no es una canción, pero que también hay belleza en ella, como los primeros brotes tras un largo invierno…

Solo me resta decir que, lo que Martin ha unido, ya no hay nada que lo separe. Espero que aún nos queden muchísimos años más disfrutando en conjunto de esta maravillosa saga y de todas las series y libros que están por venir.


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